Anatomía del Coecho

Lcdo. Marco Damián Cuesta Zapata
T. Coronel (s.p.) Criminalístico

T ODA PERSONA TIENE CIERTA APREHENSIÓN a ser sorprendida y calificada por una infracción. Muchas veces la infracción se comete a sabiendas, esperanzando que ¨ la Ley ¨no este cerca, otras inadvertidamente lo que produce instantáneamente una represión que insume pérdida de tiempo y perjuicios pecuniarios. Resultado… pagando unos sucres el represor se da por conforme y el sujeto pecador se aleja a sus ocupaciones, jurando que esta seguro que en este país todo el mundo tiene su precio, cuyo problema solo estriba en adivinar cual es.

El cohechado

El sujeto cohechado no es una mala persona, sabe que cuando hizo una carretera se trago varios millones, que cuando quiere entrar en un empleo se de envergadura el 30% tiene que llevarse la persona que lo trajo, que para la adjudicación de un contrato ¨ dona ¨ entre el 15% y 20%. Y sabe muchas cosas más que tiene por común el cohecho en este caso es el llamado derecho de piso o ¨ impuesto ¨ voluntario. Tan arraigada esta idea, tanto sabe lo que sabe, que cuando cruza una luz roja y el policía lo detiene, echa mano al bolsillo del dinero, antes que a la documentación correspondiente.
Esto lo convierte en un tipo de hombre que no entenderá si el agente además de la infracción compruebe el cohecho de que es víctima y lo lleva por ese delito. Gritará a los cuatro vientos que es un hombre de bien y cometió un solo error, no acertar el precio del policía. ¨ si yo le hubiera ofrecido dos cientos en lugar de los cien que le dí ¨. Casi siempre pone el dinero dobladito primorosamente en el registro y sonríe, esperando con rencor que el policía se guarde el billete, mire a los costados por si alguien lo vigila y le da la vida libre.
Así sale a las calles esperando que lo paren para aprobar que ¨ todo esta podrido en Dinamarca ¨, así deja monedas en los cruces y se hace lenguas que por veinte sucres nadie le molestó… Se equivoca naturalmente, porque por cada funcionario venal que encuentre, hallará docenas que no lo son, pero nada le apartará de su camino, sencillamente porque está habituado a ¨ arreglar ¨ a cualquiera.
En el estadio de fútbol, haciéndose caldo de cultivo a los revendedores de entradas, en las colas de los cines, en las plazas de toros, en las plazas de toros, a los que viven de los demás para conseguir cualquier sitio. El que cohecha es un individuo que esta a horcajadas en el delito, caerá cuando se equivoque en la otra vereda de la verdad, quien está habituado a comprar, se topa un día con una mercadería que no tiene cotización en plaza que es la honestidad, o con alguien que se aprovechare de él desplumándoles prolijamente.
El cohecho que comienza siendo inmoral porque es una traición así mismo y a los demás, se legaliza dentro de la conciencia del hombre hasta adquirir una vigencia mayor que la responsabilidad que emerge de las obligaciones. Es una fiebre parecida a la del azar y en todo caso, en una especie de juego, donde al apostador coloca su dinero en la balanza, contra pensando por la moral o rectitud del que cohecha, el sujeto sobornado esta seguro del terreno que pisa.
Que haya o no sobornados no importa tanto, en el estadio de la transacción lo más nocivo y negativo reside en el hombre que cree que todos los demás tienen un precio, que el impone con un puñado de billetes en la mano.
Por otra parte su convencimiento de que los empleados del estado están mal pagados, coadyuva a eliminar sus escrúpulos. Mandamientos y preceptos o una campaña purificada naufragaría eventualmente contra ese tipo de ciudadano, primero en alzar el grito cuando sus derechos no sean respetados. Es el primero también en publicar lo malo de la justicia, las posibles participaciones, cuando el sospechoso anda suelto también tiene tarifa para cohechar. Lo único que se olvida es ponerle precio a su propia conciencia.

Anatomía del cohechado

Quien tiene en sus manos reprimir una infracción o poner en marcha el mecanismo legal está sujeto a debilidades humanas que deben erradicar desde que se invistió de la noble delegación que le da la sociedad a la autoridad, para impartir órdenes de equilibrio y servicio a sus semejantes.
Como casi siempre el cohecho nace de vicios penados por la ley, pero enquistados en la comunidad ( contrabando, quiniela, prostitución, trata de blancas, falsificación, detenciones etc… ) puede ser tocado o hablado de mayor asiduidad por los sobornantes, cuanto mayor sea el monto de dinero circulante y menor el poder adquisitivo del ¨ bendito dinero ¨.
Esto se explica si se analiza la génesis del juego de la vida, que se ejercita cuando mas miseria se observa o mas desesperado esta el individuo y mas juega aferrado a ese numero que soñó, por el cargo público o por la beca sin aptitudes.
El funcionario uniformado o no es un hombre que accede a una categoría súbitamente elevada en el esquema legal, puede estar inmerso en ciertos delitos y contravenciones y ser por un momento crítico, arbitro total, juez, jurado, fiscal. En ese instante se hace blanco favorito de la propuesta del cohechante.
Como ser humano puede ser tentado, puede necesitar dinero, que arreglaría parte de sus problemas que casi todos tenemos…

¿ Quién no los tiene en este tiempo ?

Muchas veces dejar hacer por omisión o hacerse de la vista gorda, no trae ningún problema para el funcionario de modo que las condiciones ya estuvieron creadas por el sistema, desde hace mucho tiempo y con cualquier bandera política o partidista.
El funcionario tocado por los profesionales del arreglo se enfrenta ante su raído concepto de la honestidad.
La ciudadanía es proclive a confundir rectitud con estupidez, sin embargo las instituciones, el país jamás avanzará si sus hombres tiene un precio fijado o sus conciencias en alquiler.

El cohecho y el mito

El cohecho busca destruir la ley, minarla, hacerla vacilar, pero siempre dejando la legalidad visible, para explotarla, el soborno también necesita de la ley porque si lo supera habrá caducado sus motivos.
Así como las plantas parásitas necesitan el apoyo del árbol que finalmente devoran, el cohecho necesita tener una prohibición para complotar contra ella. ¨ …Necesita tabús pese a que tiende diariamente a destruir lo existente… ¨. De ahí que el mal esta en cada uno de nosotros y solo nosotros podemos vencer a la tentación de pagar por lo que se sabe que no se debe pagar, por consiguiente evitarlo.

La mística de la integridad no es un catecismo que hay aprender sino una vocación que hay que cultivar.

Nadie va a premiarla ni ganará el cielo, a cambio simplemente obligará al que la posee a mantenerla por su honor de ser humano y a los demás por imitación y compulsión en el hogar, puesto que el niño y el joven deben tener la pauta concreta que ¨ cohechar ¨ es tan sucio que ser ¨ cohechado ¨y aún mas, porque se esta ¨ traficando ¨ con otro ser humano que en ese momento esta altamente vulnerable, sea por la razón que fuera.
Si el sujeto receptor de la dádiva lo hace por sistema, si vive de ella o es un vicio es deber de toda persona normal denunciarlo, para que los organismos sociales lo supriman de una vez y para siempre.
Conceder que el cohecho existe por gravitación propia por necesidad o porque nadie puede terminar con ella es convalidarla, callar o cubrir con un silencio culpable, es un error que descalabra el conmovedor mecanismo humano de la búsqueda de la justicia.

¨ …Usted no debe producir , ofrecer o tentar, la posibilidad de la dádiva ilegal, usted tiene la obligación de no dar, cuando lo es imperativamente ordenada o falsamente sugerida… ¨.

Tal vez gane menos, pierda mas tiempo y se fastidie por hacer una denuncia, pero su conciencia y la comunidad van agradecerle eternamente.