Democracia reflexiva y demagógica

Por: Dr. Bayardo Moreno Piedrahita

D ESDE UN ÁNGULO ESTRICTAMENTE ÉTICO , antes de la era cristiana, el filósofo griego Aristóteles clasificó en puras e impuras a las formas de Gobierno, según el interés general o el interés particular de los gobernantes.

1.- Formas puras.- monarquía, aristocracia y democracia. Porque existe siempre un interés general del gobernante; y,
2.- Formas impuras.– tiranía, oligarquía y demagogia. Debido al interés particular del que ejerce el poder político.

En Roma

El famoso tribuno Marco Tulio Cicerón, formuló una nueva clasificación de las formas de gobierno.

1.- Monárquico.- si el gobierno estaba en manos de una sola persona y su titular era el Rey,
2.- Aristocrático.– si estaba en posesión de algunas personas escogidas y sus titulares eran los aristócratas; y,
3.- Popular.- si estaba en poder de muchos y su representante era el pueblo.

La Democracia

A partir de la Revolución Francesa, en la civilización actual, la democracia es la forma de gobierno más aceptada y generalizada por todos los pueblos de la tierra, con pocas excepciones, sin que exista algún movimiento filosófico, político o social de trascendencia que pretenda cambiarla esta forma de gobierno.
Según la educación y la formación ideológica de los pueblos y los gobiernos se habla de una democracia reflexiva e irreflexiva. Sinembargo la primera, prácticamente es teórica y enunciativa; y, más bien la segunda, es la que impera en todo el mundo.

Democracia Reflexiva

Según la Ciencia Política del Estado, la Democracia Reflexiva es la forma de organización política cuyos partidarios solo recogen al pueblo el derecho de consentir en lugar de elegir. Sí, esta es una verdad, porque la democracia es un régimen político en que el poder es ejercido únicamente por el Pueblo.
Si se pretende implantar una democracia reflexiva, es necesario que el gran conglomerado social se imponga la obligación de adquirir, aunque sea al comienzo de una cultura popular.
Quien no es usufructuario, de la cultura popular, no puede disfrutar de la libertad, igualdad y fraternidad; y, en esas circunstancias, no se puede hablar de la práctica de una democracia reflexiva.

Cultura popular

Ante ese imperativo social, es necesario que las grandes mayorías del pueblo adquieran, aunque sea una mínima cultura popular, para que puedan percibir con anticipación los riesgos y peligros, como también los beneficios de las decisiones políticas de sus gobernantes, sobre el manejo de la cosa pública y sus consecuencias.
En la cultura popular, el pueblo no puede disfrutar de la libertad, para formar opinión sobre las decisiones del gobierno, porque no dispone de la capacidad para pensar., discutir, expresar su pensamiento; no puede hacer uso de la igualdad, porque no dispone de la profundidad necesaria en la decisión de los problemas sociales, ni en las decisiones del gobierno, para que su opinión individual, tenga el peso y el valor necesario, sin el menosprecio, de los demás; y, no puede hablar de fraternidad porque ésta, es signo de confianza y seguridad filial.

Víctimas de la demagogia

Se ha comprobado que la falta de cultura popular, crea el ambiente propicio y abona el terreno para que las grandes masas caigan víctimas de gobierno de la demagogia, como fruto del juego pirotécnico verbal de los caudillos, preparados en las propias angustias y vicisitudes del pueblo, que ansia impaciente la redención social, apoyado en la ensoñación de la retórica y las falsas promesas que campean por doquier, como nube de esperanza, pero sin brújula ni dirección.
Así nace la demagogia, cuna de tantos caudillos, en la vida de los pueblos. El caudillo se forja al amparo de la demagogia, constituyéndose en la cabeza de una facción popular, como taumaturgo y curandero de los problemas sociales, respaldado en sus cualidades de escritor y orador, bajo la apariencia de un gran revolucionario, con deslumbrantes ideas de cambio y transformación, como si fuese a crear un mundo nuevo y mejor, con ofrecimientos y esperanzas, que ponen a los ojos de las grandes mayorías, la fórmula mágica en la solución de todos los conflictos sociales, anunciando la presencia de un paraíso terrenal, con la ayuda de un mesías de carne y hueso, pero con facultades sobrenaturales, creadas en el artificio de su propia conciencia, según las circunstancias y las angustias de las grandes mayorías, en especial marginales.

Qué es la demagogia

Etimológicamente la palabra demagogia tiene su raíz en el vocablo griego «demagogia», que a su vez viene de «demagogos», que según el diccionario, significa «dominación tiránica de la plebe», termino que en purísima semántica política significa: «corrupción del sistema democrático, consistente en efectuar promesas al pueblo, por parte de un líder político o del gobierno, que de antemano saben que no podrán ser cumplidos».
A su vez, el breve Diccionario Político de Oscar Arévalo y otros, define a la demagogia, como la «Política de quienes fingen defender los intereses del pueblo, con el fin de atraer su apoyo. Influencia intencionada en los sentimientos y en la mente de las personas, encaminada a confundirlas con falsas promesas, consignas atrayentes, halagos, tergiversación de hechos, etc., para lograr determinados objetivos políticos antipopulares. La demagogia, sobre todo obrerista y estrechamente nacionalista, es hoy ampliamente utilizada por los políticos burgueses y pequeños burgueses». Sobre esta definición, no existe un sólo caso de gobierno que se ampare en la demagogia, que haya podido demostrar lo contrario.
A través de la historia y en todos los pueblos del del mundo, en todas las épocas, desde la antigüedad hasta nuestros tiempos han aparecido grandes demagogos en las horas de crisis de la civilización, personificando aparentemente, todos los valores morales y los honores del pueblo, como predestinados para cumplir con los anhelos de una sociedad según sus arengas, y sus prédicas, según ellos dispuestos a rendir cuentas, únicamente entre Dios y ante la historia, como lo hicieron en su momento. Francisco Franco en España; Hitler en Alemania; Musolini en Italia; Perón en Argentina; y algunos políticos en el Ecuador; solo para mencionar algunos pocos nombres.
El demagogo es la semilla de la cizaña, que ha corrompido a los sistemas democráticos del mundo y la demagogia en síntesis es la antidemocracia.

¿ Cómo se puede eliminar la demagogia ?

La solución es sencilla, educar al pueblo para que entienda que nada en la lucha por la subsistencia, se consigue fácilmente y que todo se construye en base del trabajo y el esfuerzo; que sólo la naturaleza es pródiga y generosa, porque constituye el «maná» de Dios para la preservación y la felicidad de la especie humana.
Las grandes mayorías deben estar siempre educadas, para llevar en las fibras de su esencia vital, que la vida es lucha y que todos debemos estar preparados para esa contienda.
Un pueblo se engaña cuando acepta la oferta de la redención sin hacer nada, a cambio de nada y sin hacer ningún sacrificio. La oferta de redención de los políticos, no puede ser aceptada desde la acción individual, sino mediante la promesa efectiva y planificada de una mejor distribución de la riqueza, la creación de nuevas fuentes de trabajo y la enseñanza del amor natural al trabajo, para encontrar la solución de los problemas individuales y sociales. La educación nos permitirá decir: No al facilísimo, no al paternalismo, no al ocio, no a la desintegración social por unos votos.

La demagogia en Ecuador

En Ecuador, no ha sido la excepción; pues la historia nos recuerda la presencia de muchos demagogos en el gobierno, desde los que han ofrecido construir puentes en las nubes, hasta los que han engañado con poner zapatos hasta a los cien pies; y, no lo han cumplido. Otros que han ofrecido explorar y explotar todo el oro que guarda nuestro suelo; construir una escuela cada día y no lo han hecho, hasta que en la última campaña política electora, se llegó a ofrecer vivienda, casi a costa de nada para atraer votos y alimentar la esperanza de llegar al poder.
No estoy en desacuerdo, que las clases marginales obtengan su vivienda con el financiamiento del 75% del valor total del precio ofrecido por algunos políticos en la campaña electoral de 1996, pero debido a las circunstancias económicas, aparece el asalto de la duda y el ofrecimiento adquiere el olor y sabor a demagogia; ya que si en un mínimo porcentaje se cumple en los plazos prometidos, será a costa de la subyugación económica y la carga pesada de muchos impuestos a otros sectores económicos del país, e inevitablemente, aunque en sectores económicos del país, e inevitablemente, aunque en forma invisible, con una alto precio de dolor, de las propias grandes masas marginales, como ya ocurre con el alza del precio del gas y los combustibles, que esclavizarán a todos los ecuatorianos, sin ninguna excepción, obligándonos a volver al uso de la leña y el carbón para sobrevivir.
No habría sido demagogia, por ejemplo, ofrecerle al pueblo curar primero su salud, para que pueda trabajar, dar educación para que se entienda las ofertas; crear fuentes de trabajo y producción, para que tengan ingresos económicos; y, con ello, iniciar una era de prosperidad, comenzando con la vivienda, o por lo menos ofrecerle aunque no una revolución, un cambio estructural en la ley de Inquilinato, para que esas grandes mayorías de pobres y humildes, puedan cantar un himno a la vida y no a la demagogia.

Mal ejemplo

Ya es hora de entender, que si la demagogia es una aberración del sistema democrático, permitir su práctica, constituye el mal ejemplo para los futuros gobernantes y un castigo anticipado para el pueblo; pues si en la campaña electoral de 1996 se hizo una oferta en la entrega de viviendas a los pobres y a los humildes con un 75% de financiamiento del valor total; en la campaña política electoral del año 2.000, lamentablemente, los demagogos tendrán que ofrecer una vivienda totalmente gratuita, más el cheque de algunos millones de sucres para inaugurarla, en forma irresponsable y guiados únicamente por la perversidad y la vanidad de conquistar votos, para conseguir su elección, porque de lo contrario nadie les creerá y muy difícilmente podrán inventar otro camino, fuera de la demagogia, que les permita engañar y fascinar al pueblo.
El pueblo ecuatoriano, ya ha sido víctima de muchos políticos demagogos. Ojalá en el futuro, las nuevas generaciones conozcan esta palabra, sólo como parte de la historia.