Democracia y Derechos Humanos

Por: Eduardo Zurita Gil
DEFENSORIA DEL PUEBLO

L A DEMOCRACIA NO ES PRECISAMENTE UN DERECHO humano, sino condición y método, posiblemente el más adecuado para lograr el cumplimiento de los DD.HH. Como hemos dicho y reiteramos en la continuación de este discurso la participación mayoritaria de los miembros de una sociedad en el gobierno, garantiza mejor la expresión y amparo de sus derechos (aún en la democracia indirecta, las representaciones orgánicas en las instancias de poder son un recurso para asegurar una significativa representación democrática, sino porque representa los intereses generales es un hecho más democrático).
Desde luego que se imponen características distintas a las de la democracia formal y puramente electoralistas. Las definiciones que van desde la polis helénica de Aristóteles «el gobierno del pueblo», pasando por la linconiana «el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», hasta llegar a la de Norberto Bobbio, quien con percepción jurídica la define como «un conjunto de reglas procesales para la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la más amplia participación posible de los interesados», deben transitar por el genuino carácter de democracia que requerimos para alcanzar la vigencia efectiva de los DD.HH.

La democracia vinculante de los DD.HH.

Como sistema que expresa y garantiza los intereses del conjunto social se ha de caracterizar por una participación amplia, que acate las decisiones de la mayoría y respete el disenso.

Participación.- Como dice el diccionario, tener parte en , ser protagonista, partícipe consciente y real en el proceso político, tomar parte efectiva en la causa y efecto de las decisiones del gobierno social.

Amplia.- Sin bien en la práctica no es posible participar del poder de manera directa, absoluta e integral, se debe procurar la intervención orgánica de los más diversos sectores , para que en forma igualitaria intervengan en las instancias de la administración política, en particular en las decisiones que atañen a sus representados.

Calificada.- Varios autores se refieren a la democracia educada o con cultura política.

Partimos de la convicción de que el individuo formado tiene una mejor capacidad de discernimiento y, consecuentemente, estará en condiciones de resistir a las sutilezas de la publicidad y tamizar la información vertical dirigida por los monopolios de la comunicación y del «poder invisible». Bobbio explica que «durante siglos de Platón a Hegel, la democracia ha sido condenada como una forma de gobierno mala en sí misma porque es el gobierno del pueblo y el pueblo degradado a masa, a muchedumbre, a plebe, no es capaz de gobernar: el rebaño tienen necesidades de pastor, la chusma de timones, el hijo menor del padre, los órganos del cuerpo de la cabeza, por recordar algunas metáforas tradicionales». Mas, es forzoso esclarecer que estas imágenes se refieren a un pueblo inculto, no educado, sin cultura política; ¿se podría decir lo mismo, si habláramos de individuos formados e informados que cualifiquen esa masa? Concluyentemente no. Por ello es imperativo de una democracia fecunda, formar y cultivar un pueblo consciente.

Acatar las decisiones de la mayoría

La democracia, además de la aptitud de participación general, significa cumplir las decisiones de la mayoría. El consenso es el mecanismo más apropiado para obtener acuerdos más democráticos; pero como ello no siempre es posible, las normas de procedimientos para fijar las mayorías deben estar en directa relación con la defensa de los intereses generales y el logro del bien común. Una vez tomada la resolución por la generalidad, se impone el acatamiento de los que no participaron y aun de los que estuvieron en desacuerdo, ello da seguridad a la convivencia social.

Respeto al disenso

En razón de que no siempre se puede resolver por unanimidad o por consenso, el juego democrático ha de garantizar, considerar y respetar las opiniones de las minorías.
Cuando hablamos de participación mayoritaria, se entiende que no se refiere únicamente a los que pueden formar la mayoría sino a todo el conjunto social, y ésta es, precisamente, la virtud de la democracia. No obstante, se imponen regulaciones precautorias.
Si bien se ha de respetar la opinión de la minorías, éstas si no cuentan con una verdadera y amplia representación, no pueden convertirse por efecto de artilugios o malabarismos oportunistas en árbitros o en el fiel de la balanza, al sucedido en diversos momentos de la vida política ecuatoriana, con uno o dos votos en el parlamento se han alzado con el poder o dictado leyes y reformas que contrarían el beneficio común. Esta imperfección de la democracia (entendida como el gobierno de los intereses de la generalidad) debe evitarse previendo reglas que establezcan pre-requisitos que impidan el chantaje o que una minoría, sin representación suficiente, escamotee el poder.

El nivel de democracia

El nivel de democracia en el conjunto social, por otra parte, está determinada por el nivel de democracia que se viva en sus componentes familia, universidades, fábrica, sindicatos, la propia administración pública; pero fundamentalmente en los partidos políticos, De ahí que llama la atención que determinados grupos y partidos exijan ampliar la democracia social, cuando en su seno hay muy poca o ninguna democracia. El mayor o menor ejercicio de la democracia, con los principios de libertad, igualdad y fraternidad, hay, por tanto, un enorme trecho que recorrer para lograr que la democracia ideal se convierta en real y consecuentemente permita que también los DD.HH. sean reales.