Hacia un nuevo modelo de Estado

Por: Dr. Fernando Jaramillo Sáenz

E XISTE UNA TERCERA VÍA PARA EL DESARROLLO? , nos pregunta José M. Illán en su libro Hacia una Sociedad Cooperativista, y prosigue el autor «Se ha actualizado nuevamente en Ibero América la búsqueda de la llamada «vía no capitalista» para el desarrollo. La ambigüedad de esta denominación de «vía no capitalista» mueve a muchas personas con toda razón, a sospechar que, planteada en esta forma tan imprecisa, la vía que se propone es la colectivista o comunista. Indudablemente que, más allá de la buena fe de quienes están usando esta frase hecha, es innegable que presentada en esa forma de negación de una de las dos grandes corrientes socio-económicas, queda una cierta insatisfacción y una gran duda en cuanto a conocer esta verdadera intención de quienes propone».

En efecto, lo importante es encontrar esa «tercera vía», la que nos permita ser más auténticos y sobre todo supera los fracasos evidentes de una llamada «democracia socialista», por un lado y la «esclavitud económica» de la de la democracia capitalista, por otro lado, que ha heredado un modelo liberal, adaptándolo al neoliberalismo, que bajo una careta democrática, degrada diariamente al hombre, sometiéndolo a un poder semi-demoníaco del «dios dinero».

La tradicional división de poderes

De este modo desde 1748 en que Montesquieu lanza «El Espíritu de las Leyes», su doctrina de la separación de los poderes del Estado, ha servido de inspiración para la organización y funcionamiento de los Estados, por el poder legislativo, «el príncipe o magistrado hace las leyes para un tiempo dado o para siempre y corrige o deroga aquellas que están hechas»; Por el ejecutivo «hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadas, establece la seguridad y provienen las invasiones»; Por el judicial «castiga los crímenes y juzga las diferencias entre los particulares». Dentro de la crítica ortodoxa se manifestó que la teoría de la separación de los poderes, significaba el quebrantamiento de la unidad de la soberanía del Estado, puesto que cada poder se atribuye una parte de la soberanía del Estado, y trata de imponer su voluntad de un modo independiente. Por esta razón contemporáneamente se ha hablado de «funciones del estado», dejando intacto el principio general del poder público atinente al Estado.

Pero lo grave de todo en la práctica, ha sido el agotamiento de este sistema, que se ha desvalorizado por completo, cayendo en pugnas permanentes entre funciones o lo que es peor en el imperio de la Función Legislativa, totalmente desacreditada, para luego pretender reemplazarla por un presidencialismo absorbente, como es el que propicia la actual Constitución Política del Ecuador, que ha restado muchas atribuciones que antaño tuvo el Congreso Nacional, terminando por convertirse la Función Ejecutiva, y precisamente el Presidente de la República, en el primer poder del Estado, que por medio del Presupuesto Nacional somete a todas las funciones del Estado, sin que se escapen ni siquiera las denominadas instituciones autónomas del régimen seccional.

Por ello, por esta angustia de encontrar algo nuevo, por el desprestigio creciente de nuestro sistema democrático, es que en forma constante se ha dado cambios periféricos en nuestro constitucionalismo, pero nunca ha habido el «atrevimiento» de generar un verdadero nuevo modelo democrático, ya que las múltiples Constituciones y las reformas solo han tocado la parte dogmática y periférica, sin entrar a una real transformación de la parte orgánica de la Constitución. Los Poderes del Estado, o si se quiere las Funciones del Estado siguen iguales y la pugna sigue igual y un sistema basado en las elecciones ha sido el gran caldo e cultivo de la corrupción, convirtiéndose cada cambio de gobierno, simplemente en un nuevo»reparto». Cuando este reparto contenta a la mayoría tenemos estabilidad; si el «reparto » es desigual se inicia la «oposición» y la inestabilidad.

Un nuevo Parlamentarismo: La Asamblea Nacional

Nuestra propuesta, cuando se habla insistentemente que el Presidente del Ecuador presentará una nueva Carta Política, pretende tomar el modelo cooperativista de gobierno y adaptarlo al Ecuador, como un sistema político administrativo de verdadero equilibrio. En este orden de cosas podríamos hablar de una especie de «Parlamentarismo», que exprese una amplia expresión popular, pero bajo un sistema electoral, en donde se privilegien los mejores y en donde las elecciones tradicionales, fruto del poder económico, se transformen en «selecciones», en donde lleguen a los órganos del poder del Estado los mejores y no simplemente los más publicitados.

Proponemos entonces que el máximo organismo del Estado sea la Asamblea Nacional, compuesta por diputados de todo el país y encargada fundamentalmente de legislar. Pero además esta Asamblea designará el Consejo de Gobierno para la administración del Estado, y la Función Controladora, encargada de la administración de justicia y de la vigilancia del Estado. A su vez el Consejo de Gobierno nombrará al Presidente de la República, que será el primer administrador del país.

Presidente de la República, elegido por el Consejo de Gobierno

De este modo el Presidente de la República perdería su condición «mágica», para convertirse en un eficiente ejecutivo que se dedique exclusivamente a trabajar en un lugar de aspirar a ser «líder nacional», encargado de ejecutar los programas trazados por el Consejo de Gobierno.

Formado por personas de alta capacidad y experiencia, designados por la Asamblea Nacional. Por su parte la Función Judicial tomara a su cargo no sólo la tarea de administrar justicia, sino que acogería a la Contraloría del Estado, Comisión de Control de la Corrupción, Fiscalía General, Superintendecias y toda una serie de organismos dispersos que tratan siempre de hacer lo mismo y que entran en pugnas y contradicciones que el pueblo no comprende.

La base del Poder: Las Juntas Parroquiales

Pero lo importante es reemplazar las elecciones como escenario politiquero con un proceso de «selección», que abra la posibilidad para que la gente común y corriente, sin poder económico, pueda llegar a los órganos de gobierno, mediante un verdadero filtro, de sucesivos tamices. Una verdadera Democracia Participativa tiene que ser real y no en un mero «espejismo», debe partir de la base del Estado hasta llegar a la cúspide. De esta manera nuestra propuesta es que existan Juntas Parroquiales urbanas y rurales. Que cada Junta Parroquial designe su directorio, elegido de entre los representantes de todos los barrios, en el área urbana, o de todos los recintos o anejos en el sector rural.

Las Directivas de las Juntas Parroquiales se reunirán para elegir El Consejo Municipal de cada cantón y este Consejo internamente nombraría su respectivo Alcalde. Todos los Consejos Municipales, se reunirán para elegir el Consejo Provincial de la respectiva provincia, el mismo que designaría de su seno al Prefecto Provincial.

Los Consejos Provinciales elegirán a los diputados de la Asamblea

Finalmente todos los Consejos Provinciales del país se reunirán para nombrar a los miembros de la Asamblea Nacional, que sería el máximo organismo democrático de representación nacional, en una especie de régimen parlamentario, que viniendo de un estricto proceso selectivo, desde la base de la representación popular, se convierta por su origen y su elección en el organismo más representativo del país.

El mercado en la política, la publicidad como «ciencia del engaño» desaparecerá completamente cuando las ciudadanas y ciudadanos designen en su junta parroquial al mejor ciudadano de ese pequeño sector y ese mismo ciudadano si resiste todos los «filtros», pueda llegar a convertirse en Diputado de la Asamblea Nacional y elegir a los miembros del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia.