Autor: Martín Litwak (@MartinLitwak)[i]

Finalidad del sistema tributario

El sistema tributario de un país debería tener como única finalidad recaudar los fondos necesarios para que el Estado pueda funcionar y llevar adelante sus funciones básicas.

Esto es algo que explicamos en reiteradas ocasiones y que, era algo mundialmente aceptado hasta el advenimiento del comunismo primero y del nefasto concepto de “justicia social” más adelante. Dado que todo impuesto restringe el derecho de propiedad de los individuos que conforman ese Estado, la recaudación impositiva debe necesariamente llevarse a cabo buscando causar el menor daño posible. Así las cosas, en tiempo de crisis los impuestos deberían bajar y no subir.

Cuando los individuos se ven agredidos o amenazados por una situación de excepción, lo ideal no es que el Estado vulnere aún más sus derechos de propiedad, sino precisamente que el Estado haga lo posible para que esos individuos cuenten con mayores recursos para hacer frente a la crisis a la cual se están enfrentando. No son los Estados los que están en crisis, sino las personas y sus respectivos negocios.

Tan es así, que esto es de hecho lo que están haciendo los países más desarrollados del planeta. Y lo hacen aún a riesgo de perder recaudación y por ende aumentar sus déficits fiscales.

Italia fue el primer país que ante la crisis generada por el COVID-19 propuso una reducción significativa de impuestos.

Las medidas adoptadas al día de la fecha incluyen recortes en los impuestos que pagan autónomos y empresas (por el momento, 500 euros por un periodo de tres meses), reducción del impuesto a las sociedades para empresas activas en sectores afectados y eliminación de impuestos que gravan las tarifas correspondientes a los servicios públicos. En total, las medidas de auxilio suponen una inyección de 3.600 millones de euros.

En el caso de Estados Unidos, se postergó por tres meses el pago del impuesto a las ganancias (se abona el 15 de abril de cada año) y se están implementando reducciones a las cargas sociales, de manera que sus sueldos les lleguen de manera neta, sin ningún descuento.

Lo interesante es que, en los países con tasas de impuestos confiscatorias (Argentina, Bolivia, etc.), una reducción de impuestos no solamente permitiría a los individuos afrontar la situación actual con mayores recursos, sino que la recaudación impositiva subiría y el déficit fiscal por ende se reduciría. Ello, debido a la reducción de la evasión fiscal y al aumento de la actividad productiva que tales medidas generarían.

Quien más claramente explicó esta relación entre impuestos y recaudación fue el economista y profesor universitario norteamericano Arthur Betz Laffer; y la verdad es que siempre es una buena ocasión para repasar sus enseñanzas.

Laffer & Reagan

El mayor mérito de Laffer fue expresar en un sencillo dibujo que todos pueden entender la teoría que defiende las ventajas macroeconómicas de las rebajas de impuestos.

En pocas palabras, las conclusiones a las que arribó Laffer fueron las siguientes:

  • No por aumentar los impuestos, necesariamente un Estado va a recaudar más;
  • A cierto nivel de presión fiscal, una baja de impuestos va a generar una mayor recaudación; y
  • existe un punto óptimo donde se maximiza la recaudación sin ahogar a los contribuyentes.

Según la teoría del economista norteamericano, si los impuestos bajarán desde niveles muy elevados, la inversión, el empleo y el consumo aumentarían, y el Estado recaudaría más pese a que también aumentaría el dinero disponible de los ciudadanos. En este contexto, casi podría decirse que – asumiendo que un mínimo de impuestos hay que pagar para que el Estado funcione – el punto óptimo al que se refería Laffer alinearía de algún modo los intereses de recaudadores y contribuyentes.

Respecto a las contribuciones de Laffer, ya en 1978 participó en la redacción de la famosa “Propuesta 13”, la cual – aprobada por casi dos tercios de los votantes del Estado de California – redujo los impuestos sobre viviendas, negocios y granjas en aproximadamente 57%.

Con anterioridad a la Propuesta 13, el impuesto a la propiedad en California era casi del 3% del valor de mercado de estas; y no había límites al poder del Estado para aumentar la tasación de las propiedades o la tasa. En algunos casos, estas revalorizaciones variaban en un 50% o inclusive en un 100% de un año al otro, con el consiguiente aumento de los impuestos a pagar.

La Propuesta 13 llevó los valores de los inmuebles a los que tenían en 1976 y limitó la posibilidad de incrementar esos valores al 2% por año. Esto, entre otras cosas, permitió que los pagadores de impuestos pudieran estimar los tributos a pagar año a año al adquirir una vivienda.

Adicionalmente, la Propuesta 13 determinó que, a partir de entonces, cualquier aumento de impuestos estatales en California debía ser aprobado por dos tercios de los votos de cada una de las cámaras.

A Ronald Reagan, que para entonces ya se había pasado del Partido Demócrata al Partido Republicano, había sido dos veces gobernador de California y había perdido la nominación a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano en 1976, la Propuesta 13 le pareció muy interesante y en la campaña electoral de 1980, que a la postre lo llevaría finalmente a la Casa Blanca, hizo de la rebaja de impuestos una de sus principales banderas.

¿Que sostenía exactamente Ronald Reagan por esa época?

Que los impuestos vigentes en Estados Unidos eran tan altos que disuadían de trabajar a muchos ciudadanos y que una menor presión fiscal daría a los individuos incentivos suficientes para trabajar, lo que provocaría una mejora de la actividad económica y eventualmente un aumento en la recaudación.

Antes de Reagan, ya el presidente Ford se había fijado en Laffer quien, en una reunión con su jefe de gabinete, Dick Cheney, le explicó las bondades de su teoría graficando su famosa curva en una servilleta del restaurante “Two Continents” que pasaría a la inmortalidad en las vitrinas de un think tank con sede en Washington.

Volviendo a Reagan, luego de un primer mandato marcado por la Guerra Fría con la Unión Soviética, la cual provocó un gran aumento en el gasto militar y por ende profundizó el déficit fiscal estadounidense, en su segundo mandato, Reagan formuló – junto con sus asesores – una reforma fiscal más equilibrada que tuvo un gran éxito. Y por efecto de la competencia fiscal de la que tanto hablamos, otros países, liderados por el Reino Unido de Margaret Thatcher, realizaron también importantes rebajas fiscales. En el caso del Reino Unido, por ejemplo, el impuesto a las ganancias que pagaban las corporaciones se redujo en 1988 al 25%, luego de tres bajas consecutivas.

Laffer fue precisamente uno de los miembros más destacados del Consejo de Asesores de Política Económica de la Casa Blanca en tiempos de Reagan.

La Famosa Curva

Como señalamos más arriba, Laffer tuvo el mérito de demostrar, de manera científica, algo que toda persona con sentido común sabe: llega un momento en que aumentar los impuestos genera irremediablemente una caída en la recaudación y que cuando un Estado tienen una presión fiscal muy grande, bajar esa presión fiscal va a implicar necesariamente un aumento de la recaudación.

¿Como lo demostró? A través de su célebre curva.

Gráficamente la “Curva de Laffer” es una “U” invertida, en un diagrama que coloca la presión fiscal en el eje de abscisas y la recaudación en el de ordenadas.

La curva parte del hecho de que cuando presión fiscal es igual a 0%, la recaudación pública es obviamente cero y que, cuando la presión fiscal es igual a 100%, la recaudación pública también va a ser cero.

Luego, utilizando como fundamento matemático el “Teorema de Rolle”, Laffer expresa que entre esos dos puntos habrá un tramo ascendente con niveles bajos de impuestos y otro descendente con niveles más altos donde habrá un máximo de recaudación, y tanto a la izquierda como a la derecha de este máximo la recaudación será menor que en el óptimo.

Encontrar ese punto óptimo donde se maximiza la recaudación es muy complejo, depende de muchos factores y varía de país en país, pero es también sumamente importante ya que representa el nivel de presión fiscal máximo que una sociedad puede tolerar sin que se comprometa la recaudación.

Más acá en el tiempo, otros países que se basaron en las teorías de Laffer a la hora de instrumentar rebajas impositivas fueron Canadá, Suecia e Irlanda.

De entre ellos, el caso de Irlanda es sin dudas el más resonante ya que – a través de bajas de impuestos – pasó de ser tener un déficit del 32%, transformarse en el primer país de la zona euro en entrar en recesión y pedir un bailout de la Unión Europea de 85.000 millones de euros en 2010, a postear estos números en 2015:

  • 2,6% de aumento del número de empleos
  • 4,5% de aumento en el consumo personal de bienes y servicios
  • 8,2% de aumento en las ventas en comercios minoristas; y
  • 26,3% de incremento del PBI.

Prognosis Conclusiva

Todo impuesto implica privar a un individuo de parte de su propiedad privada contra su voluntad. Los impuestos, por ende, deben ser lo más bajos que sea posible para que el Estado funcione y nunca deben llevar a que el propio individuo vea sus necesidades básicas insatisfechas por culpa del pago de impuestos.

En situaciones extremas, y como las necesidades de los individuos aumentan, los impuestos deben bajar.

En el caso de países con impuestos bajos o medios, es posible que esa baja genere un aumento en el déficit fiscal.

En el caso de infiernos tributarios, como son la mayor parte de los países de América Latina, las mismas rebajas impositivas van a generar un aumento de la recaudación, aunque el foco ahora no debería ser ese sino llevar alivio a los castigados pagadores de impuestos.