La corbata en el poder

Por: Lcdo. Osvaldo Agustín Marcón

L A CORBATA ES UNO DE ESOS ACCESORIOS que despojados de sus notas notas estéticas aparecen absurdos, sin función práctica alguna. No cubre el cuerpo, no sirve a su higiene, no lo abriga. Materialmente no es más que un trozo de tela para colgar del cuello. ¿Porqué entonces su hegemonía? Inviste pero sólo viste como ornamento ¿a qué atavismos remite su capacidad de uniformar amplios grupos de ciudadanos?

Varias teorías

Sobre sus orígenes existen varias teorías pero todas -¿casualmente?- la asocian al mundo de las guerras. Según unos ya en el Siglo III los soldados del emperador chino Qin Shi usaban accesorios muy parecidos a los que hoy se conocen como corbata. Según otros los soldados romanos fueron los primeros en utilizar tales complementos para proteger sus gargantas de las inclemencias del tiempo. Muchos coinciden en señalar que hacia 1635 tropas mercenarias croatas se presentaron en París apoyando al rey Luis XIII y a Richelieu. Ya allí llevaban en sus cuellos pintorescos echarpes que llamaron la atención de los parisinos quienes adoptaron la prenda como signo de distinción. La corbata fue incorporada por los funcionarios militares franceses para, rápidamente, ganar espacio entre la realeza y aceptación en los miembros de la Corte. A los diez años su uso se había extendido a Inglaterra y a todos los países de Europa. En poco tiempo se extendió al mundo. Luego de la Revolución Francesa la corbata fue dejada de lado por ser considerada un símbolo aristocrático.

A mediados del siglo XIX se impone una forma de ser conocida como ‘dandysmo’ donde la apariencia era fundamental, con lo que la corbata vuelve a la escena. Tal como la conocemos fue creada por Jesse Langsdorf alrededor de 1920. Pero ¿no concentra hoy en su pequeño espacio de tela el sentido soldadesco de aquellos antiguos uniformes guerreros? ¿Porqué lucen tan entremezcladas en los actos del poder? ¿Porqué tan asociadas al orden establecido? ¿Qué militancia simbolizan?

El collar de ahorque se utiliza para adiestrar perros porque puede ajustar sobre el cuello provocando comportamientos dóciles a partir del dolor. Cuanto más se revela el perro más sufre el poder de su amo. A mayor docilidad, menos rigor. Es extraña esta coincidencia con el elegante collar de tela que también puede provocar tanta comodidad o incomodidad como el sistema de regulaciones lo permita. La corbata bien ajustada cumple con los requisitos socialmente establecidos. Cuanto más floja, más indisciplinada. Así se expresa uno de los alineamientos estéticos que al Sujeto no conviene transgredir si pretende integrar los grupos más o menos centrales de la estructura social. Ahora bien ¿no extraña tanta persistencia en el tiempo a pesar de la la variabilidad de la moda? ¿qué simboliza en realidad la corbata? ¿de dónde su fortaleza?

Aflojar la corbata

Suele ser uno de los primeros actos de liberación ante los rigores de la jornada de trabajo. Las horas de descanso, de esparcimiento o de rélax prescinden centralmente de ella casi como una revancha o como un -aunque más no sea- disciplinado grito de éxtasis. ¿Muchas cosas más pueden sintetizar tan bien las modernas formas de control social?

Casual o causalmente las corbatas dominan nítidamente los espacios civiles donde se acepta sin discusión el verticalismo en el manejo del poder, allí donde las relaciones mando-obediencia se robustecen. La horizontalización del poder, en cambio, tiende a coincidir con indumentaria más heterogénea. Así como en muchos círculos contrarios al orden social establecido la escasez de corbatas funciona como bandera de rebeldías más o menos explicitas, en los ámbitos más funcionales al orden establecido domina este soldadesco accesorio. Pero si bien es cierto el pre-dominio de la corbata en el extremo conservador del arco político también es cierto que extiende rápidamente su dominio sobre el extremo progresista cuando sus dirigentes acceden al poder ¿se trata de una mera cuestión estética?

Los negativos efectos simbólicos o el esfuerzo por alejar toda complicidad con lo que la corbata representa genera varias mixturas en el vestir. Así es que el riguroso traje suele dejar su lugar al más modesto saco, al saco sin corbata o la corbata con campera. No falta la imagen de hombre trabajando que -asesores de imagen mediante- suele ofrecer el par corbata-camisa. Pero ¿porqué siempre ella presente?

Las armas de los ejércitos constituyeron (y constituyen) instrumentos para la consolidación del poder. Su eficacia en el campo de batalla dependió siempre de un nivel de disciplinamiento por el que cada componente opera siguiendo imperativos exteriores que no se discuten. Pero muchas otras armas sirven al ejercicio del poder dependiendo tal eficacia de su capacidad de disciplinamiento de conductas. En los campos de batalla la bandera es un ejemplo desde su capacidad de encolumnar fuerzas detrás de sí. En la cultura son múltiples los ejemplos de uniformes rituales: fórmulas para saludar, para comer, para iniciarse en un grupo o para permanecer en él.

Los uniformes forman parte de tal disciplinamiento

Son condición de pertenencia y medio para articular conductas aparentemente libres en torno a ejes obligatorios. Recuérdense la prototípica indumentaria hippie o la de algunos grupos adolescentes. Cuanto más uniformes más lealtad se exige hacia ellos, en ocasiones hasta la irracionalidad: cuando el verano transforma la atmósfera en una caldera al soldado le está vedado abandonar su uniforme del mismo modo en que es muy difícil que el moderno ciudadano-soldado pueda prescindir de su corbata.

La corbata no es eficaz por sí misma en términos de control social sino que su potencia opera valiéndose de una constelación de elementos que ­articulados- moldean conductas que el aspecto exterior anuncia. Seguramente se podrían identificar muchas coincidencias entre aquellas originarias corbatas militares y las actuales. Dejemos abierta esta tarea luego de subrayar una ya mencionada en este escrito: ambas son parte de un uniforme.