ENTRE OPORTUNISTAS, CANDIDATOS E INFLUYENTES
Quién puede con la inseguridad ciudadana

Por: Dr. Oswaldo Paz y Miño J.
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V IVIMOS EN UN PAÍS DONDE LA INSEGURIDAD ciudadana es una realidad. El Ecuador, aunque hay muchos a los que no les gusta leer o escuchar esto, es un país inseguro.

Creemos que para nada mienten algunas representaciones diplomáticas que así hacen saber a sus connacionales. Baste mirar los noticieros televisivos o los diarios, para establecer que es una aventura peligrosa, transitar por calles, plazas y parques, y no solo a horas de la noche y por lugares por donde el peligro supuestamente pueda ser más latente; en los transportes públicos nadie esta libre de pasar un mal rato, esto es verdad en el Ecuador, como la pobreza cada día más visible, como la miseria, la marginalidad y la migración, como el coyoterismo. Males de los países pobres.

La injusticia social

El origen de la inseguridad ciudadana está precisamente en el sistema, en la falta de solidaridad y de oportunidades, en las diferencias absurdas de la vida, entre aquellos que lo tienen todo, que llenos de soberbia y obnubilación llegan a creerse enviados de Dios, representantes, redentores, héroes de la divinidad, profetas, que con Biblia en mano, juran y perjuran su bondad, su amor por los pobres, olvidando que Jesús echó a los mercaderes del Templo.

La inseguridad tiene sus larvas en la injusticia social de mercado, aupada por muchísimos de los mismos, ellos y ellas, que ahora se apuntan nuevamente a ser elegidos, algunos y algunas, con aspiraciones de «mejorar el cargo» anterior. Ahora quieren ir más arriba, a la Presidencia, más de uno paso el Congreso, ahora sin recato, apelando a la amnesia colectiva repiten las sacramentadas mentiras que dijeron antes y ofertan hacer lo que no hicieron, mientras estuvieron en el cargo que dejaron vacante, por optar a la nueva candidatura.

Los mismos, ellos y ellas, que nos han llevado casi treinta años por los peores senderos, los malos de siempre, insisten con total descaro, en pedir, nuevamente el voto popular. ¿Será que el pueblo, permite, a ellos y ellas, que tanto daño nos han hecho, sigan como «garrapatas» viviendo de desangrar el país? ¿ Será que el pueblo les deja una vez más usufructuar del país, a ellas y ellos, y a sus jefes, patrocinadores, líderes históricos, y sus partidos políticos a sus poderosos mecenas, a sus incondicionales informadores, a los «sacrificados» de siempre, que se acomodan en cualquier ministerio, y con cualquier gobierno? ¿Será que la nación acepta que continúen siendo parte del festín y del poder esas dinastías, vinculadas a los que no quieren dejar el biberón ?

Es que no ha quedado claro que ciertos de esos «kikuyos», sabios, asesores y todólogos, «carne de cargo público», no han servido, para nada, sino para beneficiarse así mismos. Mírese apellidos y familias, archiconocidas, siempre prestas a ser parte de todos los gobiernos, predestinados, «comensales» de palacio, comodines de todas las circunstancias y fieles a todos los colores e ideologías. Los típicos «mercenarios del poder», se acomodan con todos.

Un cambio de timón, por los grupos sociales relegados

Sí, por doquier, violencia, agresividad. Nada de esto es por casualidad, sino por causalidad.

Treinta años de democracia falsa, de dominio bi partidista. De un trabajo continuo de los poderosos para minar la resistencia de los pobres, en estrategia absolutamente equivocada, atentatoria contra su propia supervivencia. Es hora de que alguien, inicie el cambio. Que alguno diga basta, se atreva con el «establecimiento», que se inicien las transformaciones en lo que queda de un paupérrimo «Estado de Derecho».

Es el momento para que los ciudadanos libres escojan a los mejores y a las mejores, a los más preparados, a los más estructurados, a los que presenten una hoja limpia, de engaños al pueblo.

A quienes tengan solo compromisos con el constituyente, con la utopía, con el ánimo de iniciar otras épocas y mejores tiempos.

Es el instante justo, para evitar previsibles traumáticas confrontaciones sociales, que vendrán de la mano de la pobreza, por el empuje incontenible de aquellos que ven día a día la muerte por falta de pan, de seguridad social, de salud pública, educación. Hay que mudar ahora y pronto, enviar para siempre a su casa a los oportunistas que ya fallaron y quieren repetir, enviciados en el poder. La inseguridad ciudadana tiene soluciones en oportunidades de trabajo y mejor vida, es ahora o nunca. Es tiempo de dar el golpe de timón, por todos los grupos sociales relegados, por los sectores vulnerables como los discapacitados.
Tanto nos preocupa la inseguridad ciudadana y no tomamos al toro por los cuernos, acometiendo la injusticia social. Ya basta de que los mismos de siempre, hay que impedir que esos, en los que usted está pensando ahora, intenten otra vez meternos «gato por liebre».

Delincuencia y delincuentes.

Unos niveles visibles, pero hay otros que no llegan a tanto, que tienen condumios de enorme abuso, violencia y que pasan desapercibidos, a oscuras, que en mucho son aupados por la acción o por la omisión del Estado, el sistema y las malas costumbres, por la incivilidad, la improvisación de ciertas medidas de entidades públicas y por que no se piensa en los ciudadanos. Pruebas al canto: gente armada, sin controles necesarios. Podrá decirse desde las altas esferas de la Policía Nacional, Institución vital del país, que todas las empresas de seguridad privada, que tienen hombres armados por todo el Ecuador, cuentan con los permisos necesarios para portar tales armas y que los que las tienen al cinto, son personas idóneas, con los perfiles psicológicos, culturales y otros apropiados para llevarlas sin riesgo para los ciudadanos desarmados.

Como es posible, que hasta el día de hoy, ni el Municipio de Quito, ni la Policía Nacional, no hayan emprendido una campaña por la recuperación de las calles de la ciudad, parceladas por ricos que las cierran con obstáculos para reservarse parqueo permanente; por «cuidadores de carros», armados con garrotes, que amenazan a los que estacionan en sus «zonas»?. Cómo es posible que en Quito, sitiada por los autos el Municipio no ofrezca soluciones para ese gravísimo problema.

Que en las pocas calles que en las que todavía era posible estacionar, cada día haya más restricciones. Creando un problema más, no solucionándolo. Amparados en el «poder de las multas y en los «stickers», que de la forma más grotesca, poco educada y agresiva, instalan, municipio y policías en los parabrisas o vidrios de los autos? Es esto seguridad ciudadana. Seguridad Jurídica? Serán estos los mejores métodos? Será que así la Policía Nacional se granjea la simpatía de los habitantes?. Pueden los «multados defenderse, ante quien?

El respeto: ciudadano-policía y viceversa

Cambios de actitud, cortesía, firmeza, logran respetos en la comunidad, no actitudes arbitrarias y malos modos, y gestos prepotentes. Todo esto es inseguridad para lo ciudadanos, y se da en Quito y en el país. Los ciudadanos hemos de saber y entender que la Policía Nacional como entidad es respetada y respetable, que los hombres que en ella trabajan se han formado para brindarse por y para los demás, que cada uno de ellos ha de ser confiable y respetuoso de los derechos fundamentales de quienes no vestimos uniforme, que los policías son profesionales que sacrifican mucho en su vida, y hasta la vida, por «servir y proteger». Por todo ello la relación de doble vía: ciudadanos-policía y viceversa, ha de estar sustentada en el respeto y en la confianza. El uniforme no puede ser jamás el parapeto para ningún tipo de abuso, los mandos de la Policía Nacional, sabemos están empeñados en ello, los subordinados tienen que cumplir en beneficio de su entidad y por mantener la credibilidad en la comunidad nacional.
Para que exista seguridad ciudadana, se ha de respetar el principio de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Que no por tener dinero unos, están por sobre otros, que no se admiten preferencias, ni discriminaciones, de ningún tipo, pero ¿Es así? En las calles hay muchas respuestas de que no.

Ahora en plena campaña electoral, no encontrado en las paredes de su casa, en el vidrio de su auto, por ejemplo publicidad de algún candidato, instalada sin su consentimiento. En su barrio, amigo lector, no le han instalado, bares, discotecas, cabarets y otros negocios de esta laya, que le impiden el ejercicio del derecho al descanso, al reposo nocturno, para volver al día siguiente a bregar por supervivir en este país. Y que ha hecho usted, a quién ha recurrido?, Quién impide ese acoso, ese agravio, enormes parlantes dando guerra hasta la madrugada, junto a domicilios familiares, en los que personas intentan dormir? Y cuidado usted se atreva a pedir que «bajen el volumen» o cosa por el estilo.

¿Es esto seguridad ciudadana?

El Municipio y más entidades que autorizan estos negocios, piensan, en los ciudadanos y su derecho a una vida tranquila?. Con la Policía en lo que le corresponda deben hacer algo para ordenar estos desequilibrios sociales. Los ciudadanos quieren vivir en paz, al menos, pero quien controla a esos que: cierran calles sin previo aviso, o quien puede con los buceros abusivos, agresivos, irresponsables que corretean por las estrechas avenidas, poniendo en vilo la vida de viandantes y de sus propios pasajeros.

Está claro que nadie, que para esos sujetos, la ley no existe y que las calles son tierra de nadie. Qué se hace respecto de aquellos que instalan bailes, fogatas, carreras de todo tipo en la avenida Shiris, que alteran el tránsito, y la convierten en autopista, y quién responde las horas completas de servicio del trole o de la eco vía, convertidas en camino privado de: autos municipales, de apurados irresponsables; de coches sin placas y vidrios negros; de diplomáticos abusivos; de jovencitos a bordo de misiles del tipo 4 x 4 conducidos, de forma criminal. Acaso no es todo esto inseguridad ciudadana, a más de jurídica, latente, allí, en lo bajo, en lo más hipócrita de la sociedad. Inseguridad que debe ser controlada. Que no es más compleja que la brota de actos delincuenciales. Está inseguridad que bordea con tales actos, es visible, viaja con los ciudadanos en el día a día, es rutina. ¿Quien puede con ella?


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